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Recientemente, tuve la grata oportunidad de compartir con un excepcional grupo de mujeres líderes de la industria minera mundial, en un espacio dedicado a conversar sobre temas relevantes en la agenda global como lo son la equidad de género, la educación y la inclusión. Particularmente el abordar la cuestión de la participación de las mujeres en sectores tradicionalmente dominados por hombres.

Indiscutiblemente, la minería es conocida por su historia de sub representación femenina y el desafío apremiante al cual se enfrenta: cómo garantizar la equidad de oportunidades y fomentar una toma de decisiones más inclusiva. En este sentido, los programas educativos y de formación en el sector minero se han convertido en una herramienta y factor transformador para empoderar a las mujeres y superar los estereotipos de género arraigados.

Al aludir a la educación y formación, vemos que su rol entra en brindar a las mujeres las habilidades técnicas y de liderazgo necesarias para sobresalir y alcanzar el éxito. Pero más allá de las habilidades técnicas, estos también inculcan valores de equidad y diversidad, ayudando a combatir los prejuicios de género profundamente arraigados.

Un ejemplo inspirador lo tenemos en Barrick Pueblo Viejo, donde pasamos de contar con una fuerza laboral femenina en la mina de un 11% a 24%% en cinco años, tras crear oportunidades laborales para todos y todas. Estas mujeres ocupan cargos y funciones clave, que van desde operadoras de equipos pesados hasta roles en carreras relacionadas a las ciencias como geólogas, ingenieras y metalurgistas.

Y es aquí donde iniciativas como Job Ready, dejan una huella en las generaciones futuras, ya que el empoderamiento de las mujeres se convierte en una realidad y no solo en un discurso vacío. Con un impresionante 45 de 47 mujeres graduadas en la última promoción, es evidente que existe una gran demanda y voluntad entre las mujeres para prosperar en la industria minera.

Las historias de éxito que emergen de estos programas son verdaderamente inspiradoras. Maritza, que en un momento no sabía conducir ni una bicicleta, es ahora una supervisora en el área de Operaciones Mineras. También está el caso de Soraya, ganadora del premio WIM Centroamérica 2023, quien es otro ejemplo de cómo estos programas están empoderando a las mujeres para alcanzar niveles importantes de éxito en la industria.

La conclusión es clara: si deseamos lograr un cambio real y sostenible en la industria minera, debemos priorizar y expandir los programas de educación y formación de género. Estos programas son un testimonio vivo de cómo la inversión en el empoderamiento de las mujeres no solo es justa y ética, sino también esencial para el progreso y la prosperidad de la industria y la sociedad en su conjunto. La minería del futuro es inclusiva y diversa, y está en nuestras manos seguir haciendo de esto una realidad a través de la educación y la formación.